domingo, 2 de enero de 2011

El listo

Esta entrada la quise escribir hace un par de años, pero se me ha ido pasando y el otro día recordé el hecho y ya que tengo algo de tiempo voy a aprovechar para contarlo.

Estaba en Alcobendas (Madrid), era julio, con un calor propio de esas fechas en esa plaza ('muuuusha caló'). El adhesivo del espejo retrovisor delantero del coche decidió que esas temperaturas eran demasiado para él y que había decidido jubilarse, de modo que el espejo se pegó un trastazo contra el suelo previo rebote con el asiento. Después de varios intentos por hacer entrar en razón al adhesivo desistí ante su terquedad y opté por buscar otro en la guantera. Como no podía ser de otra manera, no apareció ninguno. Ya era tarde y tenía que ir a trabajar a un cliente por lo que dejé el asunto del espejo y su adhesivo para otro momento.
Salí del cliente y fui a una tienda de bricolaje cercana pregunté a la cajera por si tenían un adhesivo de los que necesitaba y me dijo algo así cómo que no entendía muy bien qué le estaba pidiendo porque ella era víctima de la especialización en el trabajo y que lo suyo era lo de cobrar y no la asistencia técnica a los clientes.
Andaba por allí "el listo". Era un dependiente o encargado, no sé, pero muy listo. Me dijo que lo que yo buscaba que no era la mejor solución, que lo mejor era un pegamento tipo loctite que tenían ellos que eso te pegaba las dos superficies y luego no había quien lo despegara. Intenté razonarle que siempre había usado adhesivos de doble cara y que alguna vez que lo había intentado con pegamento no había tenido suerte.  Él como era un auténtico "listo" argumentó que si seguía usando los adhesivos era porque se caían. Pues sí, tenían una vida limitada. Duraban unos meses y después se caían. Y también me dijo que yo no había usado la marca de pegamento que él me ofrecía. Tuve que capitular: No, he usado otras marcas, deme éste y que Dios se lo pague por hacerme caer del caballo del adhesivo para montarme en el del pegamento estupendo.
Volví al coche, eliminé los restos que quedaban tanto en la parte metálica que sujeta el espejo como en el cristal del vehículo eché el pegamento como indicaban las instrucciones y me había indicado "el listo". Apreté el espejo contra el cristal hasta que el calor que se transmitía a mis dedos se hizo excesivo para mi sensibilidad y tuve que soltar. ¿Qué paso? Que el espejo volvió a caer, a pesar del pegamento, las instrucciones y el listo. Volví a intentarlo. Y llegué a varias conclusiones. No volver donde aquel "listo", seguir mi propio criterio y circular con la mayor precaución posible sin espejo hasta encontrar una tienda de recambios de automóvil donde un dependiente menos "listo" me vendiera un adhesivo de doble cara. Bueno, mejor tres o cuatro para llevar repuestos en la guantera.

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