Crisis, es una de esas palabras que no se deben decir, o al menos esos piensan algunos, por su efecto de bola de nieve.
Durante al menos siete años llevo dándome cuenta que el precio de las cosas comunes suben y que los sueldos de los mortales que me rodean no llevan ese mismo camino. Estas subidas se han ido dando desde uno odos años antes de la entrada del Euro en España, así como después. El efecto del redondeo se hizo notar en los pequeños gastos como el períodico, el café, la caña o el chato de vino. Esos pequeños lujos que uno se daba antes del Euro por menos de cien pesetas y que ahora sobrepasan 1,30€ empiezan a ser inalcanzables. También he podido apreciar durante estos años que todos esos gastos que se realizaban antes de vez en cuando como son los pequeños electrodomésticos cada vez son más baratos a la vez que los bienes de consumo de primera necesidad como la fruta, la leche y sus derivados, así como el pollo o tantas otras viandas han subido de forma descontrolada. La paradoja está en que puedo comprar un transistor, un Gb de memoria flash cada día, pero en cambio tengo que pensármelo muy bien antes de adquirir un kilo de tomates.
Durante al menos siete años llevo dándome cuenta que el precio de las cosas comunes suben y que los sueldos de los mortales que me rodean no llevan ese mismo camino. Estas subidas se han ido dando desde uno odos años antes de la entrada del Euro en España, así como después. El efecto del redondeo se hizo notar en los pequeños gastos como el períodico, el café, la caña o el chato de vino. Esos pequeños lujos que uno se daba antes del Euro por menos de cien pesetas y que ahora sobrepasan 1,30€ empiezan a ser inalcanzables. También he podido apreciar durante estos años que todos esos gastos que se realizaban antes de vez en cuando como son los pequeños electrodomésticos cada vez son más baratos a la vez que los bienes de consumo de primera necesidad como la fruta, la leche y sus derivados, así como el pollo o tantas otras viandas han subido de forma descontrolada. La paradoja está en que puedo comprar un transistor, un Gb de memoria flash cada día, pero en cambio tengo que pensármelo muy bien antes de adquirir un kilo de tomates.
Otro indicador es que ciertos tipos de comercios en zonas privilegiadas de las ciudades han empezado a surgir en detrimento de otros, y no me refiero a los colmados o los locutorios, sino a las fruterías. Eso da una idea de los márgenes que puede estar dando actualmente la venta de lechugas si permite pagar el alquiler de un local céntrico.
En estos años el precio de la vivienda no se ha disparado sino que se ha "disparatado". Cualquier pequeño apartamento en una gran ciudad supera los 200.000€.
Todas estas señales y otras como el cierre progresivo de negocios, no ha permitido ayudar a pensar que la crisis no es que se aproximara, es que lleva con nosotros mucho tiempo. Y lo cierto es que se nota que mientras no se pronuncia la dichosa palabra (en la crisis que comenzó en 1991-92 no se dijo hasta 1993) es como si no pasara nada aunque pase. Eso sí, en el momento en el que se escucha, se tiene desde ese momento conciencia colectiva del problema y ... se realimenta la crisis. ¿Por qué? Quizás por el mismo motivo que cuando un animal se encuentra con un peligro incierto se queda paralizado.
A mí me sigue pareciendo que los indicadores económicos que nos llegan a los que no tenemos más información que la que recibimos a través de los medios de comunicación generales no aportan una información completa, sino que como siempre se dice, marcan una tendencia. Y esto, desde mi punto de vista, no es suficiente.
La información sobre la aparición de las crisis económicas debería ser inmediata porque cuando nos encontramos con la palagra hace, habitualmente, mucho tiempo que los hechos ya la han precedido.
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